domingo, 27 de enero de 2013

Los controles de precio, ¿realmente mejoran la vida del consumidor?



La crisis económica ha avivado una vez más la eterna controversia entre quienes creen en la “mano invisible” del mercado y los que consideran, justificados ahora por la coyuntura, que el Estado debe intervenir en la economía para garantizar el equilibrio. Si hacemos un recorrido por la historia económica mundial y en particular la latinoamericana, encontraremos una gran cantidad de ejemplos de políticas, que amparadas en la supuesta defensa de los intereses de los más pobres, han sido implementadas por muchos gobiernos en la forma de subsidios y controles.

 Una de estas medidas bastante extendida, sobre todo en economías con problemas inflacionarios, es el control o regulación de los precios a los que se transan algunos bienes y servicios que el gobierno puede considerar de primera necesidad en un momento dado, bajo el pretexto de evitar que los productores, en la búsqueda de maximizar sus ganancias, incrementen los precios de manera indiscriminada apoderándose de parte del excedente del consumidor.

Un ciudadano medianamente informado se preguntará entonces por qué los economistas se manifiestan en contra de este tipo de medidas cuando al parecer el Estado busca proteger a la sociedad de la conducta racional de los productores. Una explicación del efecto de los controles de precio en una economía nos ayudará a responder esta incógnita.

 Para comenzar adoptemos el supuesto de que los mercados son perfectamente competitivos y que el precio de los bienes es determinado por el juego entre la oferta y la demanda, en el que intervienen un sinnúmero de consumidores y productores. Este tipo de mercados los podemos representar gráficamente de la siguiente manera:
El juego antes mencionado hace que el mercado se ubique en el punto E, donde se igualan la oferta y la demanda y se establece un precio P* de equilibrio. Podemos observar también en este gráfico el excedente del consumidor, el triangulo formado por los puntos P*, P2 y E, y el del productor, el triangulo formado por los puntos P*, P1 y E, que representan las medidas de bienestar para cada uno de los agentes.

Una de las conclusiones más importantes que se desprende del análisis de este tipo de mercados es que al alcanzarse el equilibrio se maximizan el beneficio tanto del productor como del consumidor. Imaginémonos por un momento a muchos compradores y vendedores poniéndose de acuerdo durante varias rondas de negociación en el precio al que compraran/venderán determinado producto, hasta llegar a uno que los satisfaga a todos y les garantice el mayor beneficio posible, esta idea resume la dinámica que se desarrolla en los mercados competitivos hasta que se alcanza un punto como E.

Supongamos ahora que el Estado interviene en este mercado fijando un precio P3 por debajo del precio de equilibrio, tal como lo muestra nuestro siguiente gráfico, para tratar de favorecer a los consumidores:
Al fijarse un precio por debajo del de equilibrio como P3, los consumidores querrán consumir mucho más del bien en cuestión, pasando de la cantidad de equilibrio Q* a Q2. Sin embargo, a este nuevo precio los productores solo estarán dispuestos a ofrecer una cantidad Q1, menor a Q*, lo que origina escasez en este mercado. En pocas palabras se presenta un exceso de demanda, los consumidores incentivados por un precio menor querrán comprar más mientras que los productores actuaran en sentido contrario y producirán menos alejándose ambos del nivel de producción de equilibrio Q*.

El mercado se encuentra entonces en desequilibrio, mientras los consumidores buscan afanosamente el bien cuyo precio está controlado, este comienza a desaparecer de los anaqueles por la baja en la producción. Esta situación genera un menor bienestar en la economía, los productores verán como parte de su excedente, representado por el rectángulo formado por los puntos P*, P3, a y c es transferido a los consumidores y globalmente ambos actores se enfrentarán a una pérdida en la eficiencia igual al triangulo formado por los puntos a, b, E. A diferencia del mercado sin controles, en este no se maximiza el bienestar.

Con sobrada razón, los lectores de este artículo podrían argüir que la existencia de mercados perfectamente competitivos es una falacia y que por esta razón el Estado debe intervenir para salvaguardar los intereses de los consumidores del poder que tienen los productores. Sin embargo, la experiencia nos demuestra que los controles de precio tienen efectos negativos sobre el nivel de bienestar en la economía.

En primer lugar generan escasez ya que, como vimos en los gráficos, el incentivo de un menor precio lleva a los productores a producir menos y a los compradores a demandar más. En el caso de que sea un bien componente de la canasta básica de consumo, no tardará en aparecer el racionamiento y las largas filas en los almacenes para obtener al menos una porción del bien escaso.

Por otro lado, los controles crean el incentivo perfecto para la aparición de los mercados negros, donde se comercializa el bien cuyo precio ha sido controlado a valores que por lo general supera el que se alcanzaría en un equilibrio competitivo. Seguramente muchos de nosotros hemos tenido que hacer en algún momento de nuestras vidas una larga fila para conseguir un paquete de arroz o café o hemos tenido que acudir al mercado negro y quedar a merced de los vendedores, pagando precios exorbitantes por mercancía que no podemos dejar de consumir por ser parte de nuestro día a día.

Mucho más allá de imponer controles para evitar la subida de los precios en la economía, los gobiernos deberían encargarse de generar incentivos a la inversión productiva que lleven a la creación de nuevas empresas y al incremento de la oferta, la única manera de evitar que los productores abusen de los consumidores es procurándole a estos últimos la mayor gama de opciones para la obtención de bienes y servicios. Imponer un control solo desmejorará la calidad de vida de todos los agentes y lejos de resolver los problemas que le dieron origen creará muchas mas distorsiones.

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